Todos los estados encuentran su origen en la mente. La mente es su fundamento y son creaciones
de la mente.
Si uno habla o actúa con un pensamiento impuro, entonces el sufrimiento le sigue de la misma
manera que la rueda sigue a la pezuña del buey.
Todos los estados encuentran su origen en la mente. La mente es su fundamento y son creaciones
de la mente. Si uno habla o actúa con un pensamiento puro, entonces la felicidad le sigue como una sombra que jamás le abandona.
El odio jamás se extingue por el odio en este mundo; solamente se apaga a través del amor. Tal
es una antigua ley.
Los que imaginan lo no esencial como esencial y lo esencial como no esencial, debido a tan equivocado
juicio, nunca llegan a la Verdad.
Habiendo conocido lo esencial como esencial y lo no esencial como no esencial, así sí llegan
a la Verdad, debido al recto juicio.
El malhechor se lamenta aquí y se lamenta después. Se lamenta tanto aquí como allí.
Se lamenta siempre y sufre contemplando sus malos actos.
El bienhechor se regocija aquí y después. Tanto aquí como allí se regocija.
Se regocija, se regocija extremadamente, contemplando sus buenos actos.
Aunque uno recite mucho las escrituras, si es negligente y no actúa en consonancia, es como el
vaquero que cuenta las vacas de los otros.
No participa nunca de los frutos de la vida de un renunciante.
Aunque uno recite poco las escrituras, si se conduce según la enseñanza, abandonando el deseo,
el odio y la ilusión, provisto de recta comprensión, una mente bien liberada, no apegándose a nada ni aquí ni después, participa
en los frutos de la vida de un renunciante.
La diligencia es el sendero hacia la iluminación. La negligencia es el camino hacia la muerte.
Los diligentes no mueren. Los negligentes es como si ya estuvieran muertos.
Habiendo discernido claramente esta diferencia, los sabios establecidos en la vigilancia y deleitándose
en el campo de los nobles, se regocijan en la vigilancia.
Aquellos sabios que meditan y perseveran tenazmente alcanzan la Verdad, el supremo refugio más
allá de las ataduras.
Si uno se esfuerza, es atento, puro en conducta, discrimina, se autocontrola y vive de forma
recta y despierta, su gloria aumentará constantemente.
A través del esfuerzo, la diligencia, la disciplina y el autocontrol, que el hombre sabio haga
de sí mismo una isla que ninguna inundación pueda cubrir.
Necios, hombres de inteligencia inferior, se recrean en la negligencia. El hombre sabio guarda
la diligencia como tesoro supremo.
No os recreéis en la negligencia. No intiméis con los placeres sensoriales. El hombre que medita
con diligencia verdaderamente alcanza mucha felicidad.
Vigilante entre los negligentes, plenamente despierto entre los dormidos, el sabio avanza como
un corcel de carreras se adelanta sobre un jamelgo decrépito.
Esta mente voluble e inestable, tan difícil de gobernar, tan difícil de controlar, el sabio la
endereza como el arquero la flecha.
Esta mente tiembla como un pez cuando le arrancas del agua y lo dejas caer sobre la tierra. Por
tanto, el campo de las pasiones hay que abandonarlo.
Es bueno controlar la mente, que es difícil de dominar, que es rápida y tiende a posarse allí
donde le place.
La mente controlada proporciona felicidad.
Aquel cuya mente es inestable, el que no conoce la enseñanza sublime, cuya confianza vacila:
su sabiduría no alcanza la plenitud.
Esta mente voluble e inestable, tan difícil de gobernar, tan difícil de controlar, el sabio la
endereza como el arquero la flecha.
El bien que ni la madre ni el padre ni cualquier otro pariente pueda hacer a un hombre se lo
proporciona una mente bien dirigida, así ennobleciéndolo.
Larga es la noche para aquel que está despierto. Largo es el camino para el viajero cansado.
Larga es la existencia repetida para los necios que no conocen la enseñanza sublime.
Como una sólida roca no se mueve con el viento, así el sabio permanece imperturbado ante la calumnia
y el halago.
Pocos entre los hombres son los que cruzan a la otra orilla. La mayoría solamente suben y bajan
por la misma orilla.
Más grande que la conquista en batalla de mil hombres es la conquista de uno mismo.
No hay concentración para el que no tiene sabiduría; no hay sabiduría para el que no se concentra.
En aquel que hay concentración y sabiduría, ese verdaderamente está próximo a la Verdad.