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EL MITO PERSA. LOS PERSAS

EL MITO PERSA. LOS PERSAS

 

 

Los persas, las familias de parsis y de medos, irrumpen en la historia de Mesopotamia con fuerza, relevando al imperio asirio y ocupando sus capitales en un período breve. Así Nínive cae en su poder en el año 606 a. C. y Babilonia pasa a ser parte de sus dominios en el año 538 a. C., bajo Ciro II; los persas crean a su vez un imperio aún más grande y poderoso que se extiende por casi todo el territorio de Asia Menor, englobando desde la frontera natural con el subcontinente indio por el Este, el Cáucaso por el Norte, la península arábiga por el Sur y las costas del Mediterráneo por el Oeste, incluyendo en sus extensos dominios las colonias adscritas a la esfera de influencia griega. Esta extensión geográfica y la diversidad de pueblos sometidos a la influencia política persa va a hacer nacer una nueva religión compuesta, a partes iguales, de las tradiciones indoiranias y de los mitos particulares de cada una de las zonas englobadas en el nuevo y gran Imperio, en una muy larga y cambiante crónica, con altibajos militares, pero con una historia brillante que se extiende por más de un milenio, a través de las dinastías aqueménidas (hasta el año 330 a. C.), arsácidas (hasta el año 224) y sasánidas (hasta el año 654), hasta el momento en el que la nueva fuerza religiosa y conquistadora del Islam termine, por la fuerza de las armas y casi por completo, con la rica tradición mitológica persa, acabando también con la religión que había sido fundada por Zaratustra en el siglo VII a. C., expuesta en los textos del Avesta, la base ideológica persa que permitió la cohesión del extenso y duradero imperio a partir de la última dinasta, la sasánida, y que sería más tarde aumentada y reformada con la nueva idea del maniqueísmo.

 

 

ZARATUSTRA

 

Muy poco se sabe en verdad de la verdadera historia de Zaratustra, de Zoroastro, como le llamaron los griegos, tan sólo se puede suponer, por lo que sobre su vida eremita y contemplativa se cuenta, que debió ser un clérigo-cantor estático, un zaotar, de los que se aislaban para, en su soledad y con la ayuda de sustancias tóxicas o alucinógenas, tratar de entrar en el trance que les permita ascender hasta las regiones superiores de la divinidad, hasta convertirse, como él mismo lo describe, en un Saoshyans, en un sabio. Se le supone nacido alrededor del 628 a. C. en la antigua ciudad de Rhages, en Persia, en la población del actual Irán que ahora se llama Rayy. Según la leyenda, se cuenta que Zaratustra nació con la sonrisa en su rostro, como presagio de la felicidad que traía el predestinado niño. Se calcula que murió en el año 551 a. C., pero no se sabe con certeza dónde ocurrió su muerte, ni tampoco se conocen muchos más datos de su vida. Lo que sí se nos ha transmitido ha sido su revelación, la que -a los treinta años de edad- tuvo del dios único, Ahura, el Ormuz que llegó también de mano de los griegos. Zaratustra ya recibió un mensaje divino a los veinte años de edad, cuando Dios le ordenó que abandonara su vida familiar para salir en búsqueda de otra forma de vida, entregado a la verdad y al auxilio a los que nada poseían, dando comida, bebida y el refugio del fuego a los humanos y animales que lo necesitaran. Tras siete años de retiro eremítico, Zaratustra alcanza finalmente la perfección y es premiado con el mensaje divino que le traen los arcángeles al alcanzar el estado de éxtasis perfecto, llevándole hasta la presencia de Ahura. Esa revelación se escribió en el libro del Avesta, que fue, además de un texto sagrado, una rebelión contra el politeísmo inicial, una revuelta contra el antiguo orden de los persas.

 

 

EL MENSAJE DE LA CREACION

 

Ahura habló a Zaratustra y le reveló la verdad sobre la creación, sobre su creación de un universo sacado por su voluntad de la nada, para evitar que el mundo se deslizara hacia el abismo del Erjana Veja creado por el dios de la muerte Ahrimán, hacia ese territorio helado en el que los diez meses de frío apenas son contrariados por los dos escasos meses de sol,de ese mundo maldito en el que el corto verano no llega a calentar lo suficiente para permitir la vida. Por ello, para nosotros los humanos, el dios Ahura creó el paraíso, Ghaón, el sitio en donde mora Sughdra, donde florecen las rosas y cantan los pájaros; pero Ahrimán trató de desbaratar su belleza, creando los insectos que atacan a las plantas y a los animales. Ahurada hizo aparecer después la ciudad santa de Murú y Agra Manyú la infestó con todos los vicios y males, con la mentira que todo corrompe. Ahura no desfalleció y creo la ciudad ejemplar de Bachdi, rodeada de campos fértiles, pastos poblados con toda clase de ganado, una rica y floreciente ciudad a la que Agra Manyú envió sus fieras y alimañas, para que devorasen al ganado que pacía en los jugosos pastos de Bachdi. Pero Ahura contraatacó construyendo la ciudad religiosa de Nisa, a la que Ahrimán rodeó con la nube de la duda, para corromper su fe. De nuevo Ahura retomó su labor creadora y puso en pie la próspera y laboriosa ciudad de Harojú, a la que Ahrimán mandó la desidia para empobrecerla. Y la lucha siempre continúa, con Ahura creando bondad y virtud por un lado, y Ahrimán por su parte, destruyendo continuamente la obra sagrada con su maldad Ahura también señala a Zaratustra que es Agra Manyú quien esparce sin tregua entre las criaturas terrestres la mentira y la maldad.

 

 

EL TEXTO SAGRADO DEL AVESTA

 

Según la religión zoroástrica, anterior en siglos al texto sagrado del Avesta, al libro compuesto mucho tiempo después de la muerte de Zaratustra, tal vez en el siglo III de nuestra era, sobre la base de aquello que predicó el sabio y santo reformador, Ahura, el dios del bien y de la verdad, sostiene una lucha cíclica contra el demonio Ahrimán, contra la personificación del mal y la mentira. Es una larga batalla iniciada con aquella lucha permanente de la creación y que va a durar un total de doce mil años, una guerra con resultados desiguales y cambiantes, en la que cada tres mil años se va a producir un revés en la fortuna de los contendientes. Así Ahura, u Ormuz, y sus tropas vencerán en dos ocasiones, siendo en otras dos el triunfo para el ejército de su contrincante Ahrimán, para terminar definitivamente, transcurridos los doce mil años de combate, con la victoria de Ahura, del bien sobre el mal, de la verdad sobre la mentira, de la luz sobre las tinieblas. Será también el día en el que se producirá el cataclismo universal que marca el fin de los tiempos, cuando llegue el momento en el que un meteoro caiga de los cielos y venga a chocar contra nuestra tierra, como juez y verdugo de la humanidad. Tras su choque, el planeta se verá en vuelto en un abrasador mar de metal fundido purificador, pero el sufrimiento no será igual para todos, vivos y muertos redivivos, puesto que el fuego insoportable de la penitencia se repartirá según la justicia divina, para hacer cumplir la penitencia exacta que corresponde a todos y cada uno de los seres humanos. Terminado el purgatorio sobre la faz de la tierra, llegado el momento en el que todos los hombres hayan expiado sus faltas, se acabar el sufrimiento y todos los seres humanos alcanzarán la inmortalidad prometida por Ahura, pasando a habitar en su reino eterno del bien y de la luz.

 

 

ANTECEDENTES DEL ZOROASTRISMO

 

Cuando el zaotar recibe la visita del arcángel de la sabiduría. de Bou Mano, con el que va a ser iniciado en los secretos de la creación y en la esencia única del dios Ahura, también es enseñado a comportarse de acuerdo con su divina voluntad, puesto que recibe el prontuario sacro de cómo deben ser las relaciones del hombre con los vivos y los muertos, cómo hay que quemar los restos mortales y no entregarlos sacrílegamente a la tierra, cómo hay que cuidar a los animales domésticos, cuál debe ser el comportamiento del ser humano con el fuego y el agua, con los metales y la tierra, con la vegetación y sus frutos. Zaratustra recibe, pues, la ciencia infusa, el conocimiento total de Dios, pero no es una ceremonia fácil, ya que Ahrimán también quiere desbaratar esta obra y ataca al zoatar con sus tentaciones, ofreciéndole todos los bienes de la tierra a cambio de su promesa de no atacar al mal y a sus enviados. Zaratustra, tocado por la luz y la verdad, rechaza la oferta demoníaca y se lanza a predicar la palabra sagrada, la religión del único Dios verdadero. Y su palabra se rodea de la aureola ganada con la prueba inequívoca de sus muchos milagros y asombrosos portentos, pues él, con la gracia de Ahura, ya es Shaoshyans,un sabio que conoce todas las respuestas a todas las preguntas aún no formuladas, al igual que supo responder la palabra justa al malvado, al demonio que él desenmascara y sobre el que es el primero en advertir su presencia, en anunciar al mundo sobre el peligro de su existencia, con tanto éxito, que hasta los reyes escuchan su mensaje y hacen suya la doctrina invocada por el santo Zaratustra quien, de nuevo, según lo poco que de él se sabe, nunca ocupó cargos públicos ni atesoró fortuna o poder, pues el simple hecho del desconocimiento de dónde murió, o de cómo se le honró a su muerte, viene a ser suficiente demostración de que el hombre de fe venció al posible jefe religioso.

 

 

UNA RELIGION DE ESTADO

 

El zoroastrismo sirvió de motor para la conquista del imperio por la dinasta sasánida. Con ellos en el trono, el Avesta tomó su forma definitiva, con salmos, mandamientos, relatos sagrados, oraciones y liturgia. El Avesta nos habla de la trabajada composición militar y política de las huestes del bien y del mal;en el ejército de Ahurada, y con él en el Consejo, estaban sus seis ministros, los arcángeles Amchaspends: Ardibibich, encargado del fuego; Bahmán, encargado de los animales; Chariver, a cargo de los metales; Jordad, de las aguas; Murded, ministro del reino vegetal, y Sipendarmich, señor de la tierra. Por debajo de los ministros estaba la legión de los ángeles Yazata y la otra de las mujeres-ángeles. El ejército del mal, bajo el mando del demonio Ahrimán, tenía su corte de los diablos, o Divs: Aechma, encargado de la ira; Akono, a cargo de las tentaciones; Indra,quien se encargaba de las ánimas condenadas al infierno; Naosijaita, que insuflaba la soberbia en los humanos; Sorú, el encargado de aconsejar el mal a los dirigentes y de inducir el crimen en los súbditos. Por debajo de ellos estaban los demonios menores, masculinos y femeninos que se encargaban de todas las acciones perversas que sus jefes Divs les encomendaran. El ser humano heredó el castigo merecido por el precio de los primeros padres, Yima y Yimé, que se levantaron contra su dios, creyéndose iguales, aunque éste les había dado la vida y el conocimiento, les había construido el Paraíso y salvado del Diluvio. El ser humano, pues, ahora tenía que hacer que su vida transcurriera por el recto camino, oyendo los consejos de los arcángeles y ángeles, y rechazando las tentaciones y las provocaciones de demonios y diablos. Al final de su vida, el alma tenía que pasar el puente de Chinvat, en el que sufría el pesaje definitivo, para ver si prevalecían las buenas acciones o si, por el contrario, le condenaban sus culpas, como en el juicio del mito egipcio, pero con la diferencia de que al paso de las almas, el puente se ensanchaba y hacía recto para los buenos y estrecho y tortuoso para los pecadores, que terminaban por caerse de él y sumergirse en las profundidades del infierno eterno.

 

 

MITRA, EL DIOS CELESTIAL

 

Así como los dioses griegos se habían paseado entre los cielos y la tierra, sin dejar de morar en unos y en otra, Mitra es el primer dios exclusivamente celestial, morador de unas alturas inalcanzables para los mortales, guardián de las regiones destinadas a las almas que triunfan en las duras pruebas del último juicio y conductor de su trayecto a través de las siete esferas. Mitra había nacido en la unión entre indios e iranios, y así se le ve aparecer entre las líneas de los textos sagrados indios, en los Vedas, pero también el Avesta persa lo hace suyo, aunque cueste mucho hacer que el monoteísmo zaratustriano deje que una nueva figura divina entre en el escaso espacio que dejan las dos fuerzas opuestas y complementarias del bien y del mal, de Ahura y de Ahrimán. Mitra ya existía en la Babilonia conquistada por los persas, y en esa ciudad, ahora residencia de invierno de la nueva corte, se mezclan sus datos originales con los de la antigua divinidad babilónica de Shamash, el dios del Sol; también con la influencia astronómica y astrológica de los asirios, el cielo persa, el cielo de los tres planos, se enriquece y pasa a ser un firmamento compuesto por siete esferas, incorporando los reinos del Sol, de la Luna y de los astros y estrellas, los siete planos por los que han de transitar las almas, con la sabia y benefactora guía de Mitra. Pero Mitra, a pesar de su importancia, no es ninguna divinidad primera, es tan sólo uno de los venerables, de los santos que acompañan a Ahura-Mazda y que están a su lado en la sempiterna lucha. Mitra tiene su lugar preciso en la montaña hendida, allí donde se apoya el puente que lleva a las buenas almas al cielo, porque él es el dios de ese cieIo, el dios de la salvación para las almas de los mortales.

 

 

EL TRIUNFO DE MITRA

 

En su contacto con el mundo griego, el dios solar de los asirios y el dios auxiliar de los persas, Mitra, pasa a enriquecerse con los dones personales de tres dioses olímpicos: Apolo, Hermes y Helios. Mitra se engrandece y se acerca al modelo clásico al recibir las gracias divinas de Apolo, dios de la juventud, la belleza y las artes; de Hermes, mensajero de los dioses; de Helios, el mismo dios del Sol, a su vez otra encarnación de Apolo. Después de haber sido helenizado, el renovado Mitra es llevado en triunfo por los legionarios romanos originarios o destacados del Asia Menor hasta Roma, allí, en el corazón de un imperio en el que los dioses griegos latinizados están languideciendo, el nuevo y apasionante culto a Mitra se asienta con fuerza entre la clase militar y sus emperadores, muchos de ellos surgidos de la misma milicia legionaria, y al estar protegida por tan influyente casta, se convierte en uno de los principales, construyéndose templos subterráneos, los mitreos, por todo el imperio romano, en los que se adoraba a Mitra como el guardián de ese universo celestial, matando al toro que, en el Avesta, había sido creado por Ahura-Mazda y muerto por Ahrimán, de cuyo cuerpo ha de brotar toda la vida que hay sobre la Tierra, el toro que es fuente de vida para el reino animal y para el reino vegetal. Con esa invocación de Mitra tauróctono, el dios de las almas también se hace divinidad de la vida que renace constantemente, de la vida que brota estacionalmente. Otras veces aparece saliendo de la roca hundida en donde el puente de las almas tiene su base, lleva en una mano el cuchillo con el que ha de sacrificar al toro y en la otra una linterna. También vemos a Mitra saliendo por entre las hojas de un árbol, logrando que el agua, fuente también de vida, mane abundantemente con su divina presencia.

 

 

LOS MITREOS

 

En los santuarios de Mitra, en las grutas artificiales subterráneas que son los mitreos, se escenifica toda una concepción religiosa independiente. El culto de Mitra es un culto mistérico, mucho más atractivo y apasionante que el ya periclitado culto oficial a los muchos y distintos dioses que se han ido asentando en el superpoblado panteón romano. Resulta sumamente indicativo el hecho de que los mitreos se vayan extendiendo centrípetamente, desde los puestos avanzados de la legión, en los frentes permanentemente abiertos, allí donde existe peligro de invasión, donde está lo mejor del ejército romano, hacia el interior del Imperio, siempre siguiendo las líneas militares, para terminar implantándose en Roma con un carácter muy marcado de culto al rey, al emperador. El dios aparece como matador del toro sobre el ara central. Lleva túnica corta, capa y gorro frigio y, en su mano derecha, está el cuchillo con el que da muerte al toro, mientras que de la sangre que mana de la herida del cuello surge una mata de espigas. Sobre el ara central está la bóveda ritualmente horadada por la que entra la luz, de modo que ese lucernario remede a las estrellas del cielo que está encomendado al dios, mientras que el Sol, que un día fue parte de la personalidad de Mitra, allá en Babilonia, pasa a estar en un segundo plano como auxiliar o acento del poder divino de Mitra, para no ser más que un fiel discípulo suyo, como lo eran los nuevos acólitos de la imaginería mitraica romana, Cautes y Cautopates, otras dos figuras solares que aparecen como un par de jóvenes tocados también de clámide ceñida a la cintura y gorro frigio, para que no quede la menor duda de su pertenencia al cortejo mitraico, Cautes con la antorcha hacia arriba, como signo de juventud, de primavera, de amanecer; Cautopates con su antorcha hacia abajo, como recordatorio de la senilidad, del otoño y el ocaso.

 

 

EL MISTERIO DE MITRA

 

En la reserva y exclusividad de los reducidos mitreos se celebraría el misterio de la vida y resurrección, el culto mistérico de Mitra el triunfador sobre la muerte y dador de vida, el conductor de almas y el salvador de los humanos. El misterio de Mitra debe reconstruirse también por los restos arqueológicos, artísticos, de los mitreos, pues no hay más datos que los que se desprenden de lo que en sus paredes y aras quedó grabado, se celebrarían los banquetes de unión entre los iniciados y también se celebrarían las pruebas de admisión a la iniciación, que tenía que cubrir sucesivamente siete pruebas para llegar al máximo, ya que se trataba de celebrar el paso del alma humana por las siete esferas planetarias, como en su día instituyeran los asirios sobre el culto persa. Los siete grados eran éstos:

 

1.º el cuervo

2.º el oculto bajo el velo nupcial

3.º el soldado

4.º el león

5.º el persa

6.º el mensajero del Sol

7.º el padre

 

Tras las pruebas correspondientes, unas de piedad, otras de doctrina, otras físicas y de temple, tras ese paso por los siete grados, el fiel podía considerarse dentro del clan de Mitra, del grupo de los iniciados en el culto mistérico, con el tácito diploma de fidelidad y pertenencia al Señor del Cielo;porque en estos cultos mistéricos, la idea era (y sigue siendo en las masonerías y otros ritos iniciativos y simbólicos) la de hacer pasar al iniciado por las pruebas de dificultad creciente, haciéndole avanzar gradualmente por la depuración terrenal, anticipándose a las pruebas tras la muerte, ganando tiempo al más allá, haciendo en el templo lo que supone que el alma que hubiera pasado las siete esferas planetarias de la mano de Mitra habría tenido que hacer para alcanzar la vida eterna.

 

 

MITRA SE APAGA, JESUS SE ENCIENDE

 

La gran fiesta del renacimiento mitraico se celebraba grandiosamente en Roma el mes de diciembre, exactamente el día 25, desde que Julio César dio su visto bueno al calendario definitivo que habría de regir en su Imperio. César fijó ese día 25 de diciembre como el día oficial del solsticio de invierno y, años más tarde, el emperador Aureliano, en el año 274, fijó el 25 de diciembre como el día dedicado a celebrar el nacimiento del Sol, cuando llegaba la fecha del solsticio de invierno y el día, tras ir acortándose, empezaba su crecimiento que le llevaría hasta el máximo, hasta el anual y renovado solsticio de verano. Como muy acertadamente señala Isaac Asimov en sus estudios comparativos sobre los textos bíblicos y el evangelio, la nueva y triunfante iglesia cristiana, asentada también en la misma Roma a la que tuvo que combatir y desde la que fue combatida, no tuvo más remedio que aceptar la popularidad de Mitra y trató de sustituirlo con un Jesús niño en ese día, aunque tuvo que transcurrir buena parte del siglo IV para que se llegara a considerar la Navidad como algo establecido. A partir de esa declaración de la iglesia cristiana, de la iglesia de Jesús, su nacimiento era el que había de celebrarse anualmente el día 25 de diciembre desde ahora, y para no dejar detalles sueltos, "embarazó" a María con una antelación de nueve meses exactos, de modo que su Anunciación se celebraría en el 25 de marzo, cuando Isabel estaba en su sexto mes de embarazo, con lo que se colocó el nacimiento de Juan el Bautista tres meses (más o menos) por detrás de la Anunciación, con tanta fortuna que su calculado nacimiento cayó muy cerca del solsticio de verano, el 24 de junio, haciendo que con la discutida y discutible figura de Juan Bautista,el primo, o el hermano supuesto y no admitido de Jesús, en otro supuesto mesías, se tapara el otro gran hueco pagano por donde se le podía escapar gran parte de la nueva parroquia tan duramente conquistada, contraponiendo con éxito las nuevas divinidades a los más antiguos y asentados cultos.

 

 

LA GRAN RELIGION DE MANI, EL MANIQUEISMO

 

Mani (el Manes de los griegos) nació el 14 de abril del año 216 en el sur de Babilonia, en una familia arsácida. Su padre, Pätik, oyó la llamada divina y se retiró de los placeres de la mesa, aborreciendo la carne y el vino, como aborreció el sexo, para unirse a la secta de los baptistai, como los llamaban los griegos, o al, como los llamaban los árabes. Con su padre Patik vivió Mani hasta la edad de veintiún años, para después separarse de él y de los baptistai; la explicación de su separación de esa secta la da el mismo Mani, al narrar que su ángel gemelo, o de la guarda, le vino a comunicar, el 7 de abril del 228, que debía salir de ella a los veinticuatro años de edad, cosa que él hizo un día de ese mes de abril que constantemente marca los hechos de su vida, exactamente el 19 de abril del 240. Inmediatamente, Mani se convierte en el Apóstol de la Luz, en el Paracleto de los griegos, anunciando la nueva religión revelada, de la que él es su profeta, como lo fueron Adán, Zaratustra, Buda y Jesús. Va de un lado a otro del imperio sasánida y su religión alcanza tal magnitud,que se extiende desde Persia hasta el límite occidental de la Hispania y la Galia por Occidente, y hasta el límite oriental de China en el año 675, y conociendo allí su consagración como religión oficial al ser decretada por el mismo emperador, al tiempo que ordena al primer obispo maniqueo. Después, con el paso del tiempo, vuelven las tradicionales religiones chinas a imponerse a la que llegó desde Persia y el maniqueísmo se acaba en el año 843, cuando se prohibe en China, pero queda con fuerza asentada en regiones como Fukien y Formosa hasta el siglo XIV. En otras zonas de Asia, como en el Turquestán, el maniqueísmo sigue vivo durante siglos, y sólo termina su presencia cuando Gengis Jan lo invade a principios del siglo XIII.

 

 

EL DUALISMO DE MANI

 

Con la innegable base de la dualidad entre Ahura y Ahrimán,con las aportaciones de los herejes Marción y Bardesanes, con la herencia gnóstica de la iluminación interior, Mani construye su teoría religiosa de los dos principios y los tres momentos,en la que se funda todo su credo.Mani dice que hay dos sustancias antagónicas, la Luz y la Oscuridad, los dos principios que nunca fueron creados y que siempre existieron, eternos e iguales, que viven en dos regiones separadas del infinito. El reino de Dios, el de la Luz, se encuentra en el Norte, en el Este y en el Oeste; el reino del mal está en el sur, tal vez porque al sur de Persia esté tan sólo el desierto de Arabia y la soledad del mar, y en las otras tres direcciones, por el contrario, se encuentre el mundo habitado y habitable. Dios, la Luz, es el Padre de Grandeza; el mal es el Príncipe de las Tinieblas.En el mundo del Padre de Grandeza reinan las cuatro notas armoniosas de la paz, la pureza, la dulzura y la comprensión; en el mundo del Príncipe de las Tinieblas sólo hay los cuatro vicios del desorden, la estupidez, la abominación y la hediondez. A su vez, el mundo del Padre de Grandeza comprende cinco moradas: entendimiento, razón, pensamiento, reflexión y voluntad, habitadas por innumerables leones, criaturas del bien. Antagónico en todo, el mundo del Príncipe de las Tinieblas es un pozo en el que se encuentran, uno sobre otro, los siguientes estratos de humo, de fuego que consume, de viento destructivo, de cieno y de oscuridad, en los que se hallan los cinco Arcones, jefes de cinco clases de repulsivas criaturas infernales. Pues bien, estos dos mundos separados lo fueron en el PASADO, cuando estaban bien apartados, en su estricta dualidad las sustancias: Espíritu y Materia, Bien y Mal, Luz y Oscuridad. En el tiempo MEDIO,se mezclaron las sustancias en una confusa amalgama, mas el Padre de Grandeza no abandonó su obra y luchó por el rescate de la verdad, por eso nos queda la gran esperanza del FUTURO, cuando la fuerza del Padre de Grandeza restablece la dualidad primordial y se vuelven a separar las sustancias a sus respectivos dominios; éstos son, pues, los tres momentos que señala la doctrina del maniqueísmo, los tres momentos que, junto a los dos principios, son el dogma único en el que tiene que creer todo aquel que quiera, en verdad, la salvación eterna de su alma.

 

 

EL MITO DE LA LUCHA MANIQUEA

 

En el Presente, la Oscuridad trata de conquistar a la Luz; por eso, el Hombre Primigenio, el hijo de la Madre de la Vida,trata de combatirla con la ayuda de sus cinco hijos, de Aire, Viento, Luz, Agua y Fuego, que hacen de su escudo y armadura; decidido, se va a los abismos, en donde sus hijos son devorados por los demonios y la luz se mezcla con la materia.

 

Hay una segunda creación que nos va a traer la salvación, es la del Espíritu Viviente, a quien también se le conoce como Amigo de la Luz, o Gran Arquitecto, y él viene acompañado de sus cinco hijos: Ornamento de Esplendor, Rey de Honor, Adamán de Luz, Rey de Gloria y Atlas.El Espíritu Viviente va hasta el Reino de la Oscuridad, se mete en lo más profundo y grita; su grito lo oye el Hombre Caído, en ese momento las dos divinas hipóstasis, las dos divinas personas, la de la llamada y la de la respuesta se han producido. El Espíritu Viviente entra en lo más recóndito de la Oscuridad, con su mano derecha toma la del Hombre Primigenio, estableciendo el saludo litúrgico maniqueo. Sale de su prisión el Hombre y regresa al Paraíso de Luz, su mundo celestial; de este modo, el Hombre Primigenio es el primero en caer y el primero en salvarse.

 

Pero el alma quedó en la Oscuridad y Dios ha de organizar el mundo visible para lograr su salvación, con ayuda del Espíritu Viviente y sus cinco hijos, castigando a los Arcones; construyendo con su piel los cielos; las montañas con sus huesos;la tierra con su carne y sus excrementos; así, dan forma a un Universo de diez firmamentos y ocho tierras.

 

Con la Luz que se mezcló con la Materia, se pueden hacer tres partes; de la primera, la que permaneció pura, se hace el Sol y la Luna; la poco impura sirve para construir las estrellas; el resto, impuro, tendrá que esperar a la tercera creación para limpiarlo, a la llegada del Tercer Mensajero.

 

El Tercer Mensajero construye una máquina con engranajes de Vientos, Agua y Fuego. Con ella sacó a la Luz atrapada en la Oscuridad y,cada mes, en los quince primeros días, suben las partículas de Luz salvada, que no son sino almas, en Columnas de Gloria hasta la Luna. En la otra quincena, las almas pasan de la Luna al Sol, y desde allí siguen su camino al Nuevo Paraíso.

 

Además, el Tercer Mensajero, se aparece en el Sol, como mujer excitante y desnuda a los Arcones, y éstos eyaculan, y del semen que cae a tierra, brotan los hijos que devuelven la Luz tragada. A las Brujas y Sirenas, se les aparece en el Sol, como un hombre desnudo y atractivo, y éstas abortan.

 

El semen que cayó al mar se convierte en monstruo marino, pero el Adamán de Luz lo atravesó con su espada. El semen que cayó en tierra hizo crecer cinco árboles de los que nacieron el resto de las plantas.

 

Pero la Materia engendró a dos diablos, Ashacún y Namrael, para que devorasen los restos de los demonios abortados, para evitar que se escapara la Luz, y tantos devoraron que de la Luz tragada nacieron Adán y Eva. En Adán es Jesús el Resplandor quien infunde la Consciencia. Pero los descendientes de Adán y Eva se han cebado en la copelación y en la procreación, siguiendo los dictados de la Materia. Sólo los castos se salvarán.

 

Vendrá el Apocalipsis y la Tierra arderá durante 1.468 años. El resto de la Luz subirá al cielo, mientras se apaga el mundo visible y la Materia y los demonios descienden a su eterno presidio, a un pozo sin fondo, para que Luz y Oscuridad queden separadas también para siempre.

 

FENICIA. LA "CIUDAD NUEVA"

 

 

De entre las ciudades-estado fenicias sobresalía Tiro, la cual mantuvo su hegemonía durante más de doscientos años (del año 1000 al 774, antes de nuestra era), acaso porque un destacado soberano, Hiram I, se asoció con otros regentes de las tierras fronterizas. De este modo, supo llevar a su pueblo prosperidad, pues amplió el comercio y el intercambio de mercancías con otros pueblos. Todo ello produciría, además, determinadas consecuencias, especialmente en lo social y en lo mítico.

 

Toda Fenicia sufrió el asalto, y posterior conquista, de numerosos caudillos, siendo Alejandro Magno el más renombrado. Pero la ciudad-estado de Tiro siempre opuso una gran resistencia a sus asaltantes; el ejército persa necesitó sitiar la citada ciudad durante más de siete meses. Aún después de conquistada, Tiro, fue el germen de la fundación de otra ciudad que, tal como atestiguan todos los historiadores, opondría resistencia a invasores tan poderosos como los romanos. Esta nueva ciudad se denominó Cartago, nombre que significa precisamente "Ciudad Nueva". Se hallaba situada en el otro extremo del mar Mediterráneo, asentada en la zona norte del territorio africano, próxima a las islas de Cerdeña y Sicilia.

 

El auge comercial, bélico y social de estas colonias de la costa africana alcanzó gran importancia. Cartago se constituiría en protectora de todas las demás ciudad-estado de su propia área; tenía una gran flota y un ejército poderoso, formado por mercenarios. Los cartagineses emulaban, así, las propias hazañas de sus más poderosas y vengativas deidades.

 

 

RITUAL ABORRECIBLE

 

Parece probado, por otra parte, que sacrificaban a sus dioses vidas humanas, lo cual invalida todo posible atractivo por su mitología. Frazer, en su bien documentada, y prestigiosa obra "La rama dorada" confirma tan desgraciado aserto: "Esta fue la manera como los cartagineses sacrificaban a sus niños a Moloc; las criaturas eran colocadas en las manos de bronce de una imagen con cabezas de ternero, desde las que se deslizaban dentro de un horno encendido, mientras la gente bailaba al son de flautas y panderos para ahogar los gritos de las víctimas que se quemaban."

 

Moloc -concepto que significa "Rey"- era un dios que introdujeron los semitas, quienes le rindieron culto y adoración con cierta asiduidad. Pronto fue asimilado por los fenicios que, como ya es sabido, llegaron a quemar criaturas para tener contento al dios. Aparecía representado bajo la forma de figura humana en estatuas de metal; sus brazos estaban abiertos para recibir a sus indefensas víctimas. Por la mente de los cartagineses atravesaba la peregrina idea de que así se reavivaba el calor que el Sol desprendía y, además, se fortalecía el poder de los reyes y soberanos. El sanguinario ritual aparecía, así, directamente relacionado con el astro-rey.

 

 

TALOS, GIGANTE DE BRONCE

 

Por lo demás, todo lo anterior guarda cierta similitud con el célebre Minotauro cretense; el gigantesco toro que vivía en el laberinto de Creta y al que el rey Minos sacrificaba doncellas y efebos, escogidos de entre sus prisioneros de guerra. Pero, sobre todo, existe un gran paralelismo con el mítico gigante de bronce que custodiaba la isla de Creta. Según la leyenda, había sido fabricado por el dios Hefesto/Vulcano, para donárselo al rey cretense. El gigante de bronce se llamaba Talos y tenía una sola vena que lo atravesaba verticalmente. Parece que Talos jugó un papel importante ante la llegada de los Argonautas, a los cuales arrojó piedras para que no arribaran con sus naves a la isla de Creta. La diosa Palas Atenea extrajo el tornillo que, situado en el talón del gigante, cumpla la función de retener su sangre y, al instante, el gran Talos se desmoronó hasta perecer. Pero, también este hombre gigantesco, fabricado en bronce, tenía como misión aupar en brazos a todos aquellos que habían sido destinados al sacrificio del fuego. Oigamos de nuevo a Frazer: "la leyenda de Talos, un hombre de bronce que abrazaba contra su pecho a la gente y se arrojaba al fuego con ella, que moría abrasada. Se cuenta que se lo había entregado Zeus a Europa o Hefesto a Minos para guardar la isla de Creta, a la que él vigilaba dando tres vueltas a su perímetro cada día".

 

 

MADERA AROMATICA DE CEDRO

 

No obstante, todavía se sabe muy poco acerca de estos pueblos milenarios y, según los etnólogos y antropólogos, las excavaciones, e investigaciones, en torno a tales culturas, prosiguen.

 

Se conoce con cierta precisión "por datos y pruebas, hallados en las excavaciones y ruinas de Ras Shamra" que algunas ciudades, entre las que siempre se cita a Biblos, mantenían una relación comercial constante con los egipcios quienes, sobre todo, venían a buscar materia prima -especialmente madera- para construir sus resistentes naves con duro y aromático cedro que crecía en el interior de Fenicia. No es extraño, por tanto, que en ambos pueblos se dejara sentir una mutua influencia. Hay dioses egipcios que fueron asimilados totalmente por la mitología fenicia. Tal es el caso de la diosa-madre de Biblos, denominada "Baalat" porque este nombre significa "señora", "dama". Considerada por la población de Biblos como su diosa principal, sin embargo, pasó a ser sustituida por la divinidad egipcia Hathor, la cual simbolizaba el principio femenino del cosmos; también se la asociaba con el culto a los muertos y, por lo general, aparecía representada bajo la figura de una vaca con su cabeza coronada por una especie de disco solar. Y es que el concepto "Hathor" significaba "habitación de Horus", símbolo del alba y del sol naciente. Otras deidades de Biblos fueron asimiladas al poderoso dios egipcio Ra, creador de todo lo existente e identificado con el Sol.

 

 

EN BUSCA DE PROTECCION

 

Haitaú era otro de los dioses compartidos por los pobladores de Biblos y por los egipcios. Estaba considerado como el único soberano de los bosques y de la vegetación; era más hermoso que cualquier efebo y, según cuenta la leyenda, terminó metamorfoseándose en árbol, por lo que pasó a formar parte del tupido bosque de la región de Nega, lugar del que los egipcios sacaban la resina y madera necesarias para sus embalsamientos y sus rituales mortuorios.

 

Las tablas de arcilla, escritas con caracteres cuneiformes, que se encontraron en las excavaciones de las ruinas de Ras Shamra, han permitido conocer el carácter antropomórfico de la mitología fenicia. Es decir, las distintas ciudades-estado que se asentaban en la estrecha franja limitada por el mar y por diferentes cordilleras montañosas, y que componían todas juntas la región de Fenicia, hacían que sus deidades tuvieran las mismas necesidades y prerrogativas que los propios humanos. Esto no era muy original pues otros pueblos habían hecho ya lo mismo pero, no obstante, mostraba hasta qué punto los dioses eran invenciones humanas necesarias o, por decirlo de otra manera, útiles. De aquí la primera exigencia, por parte de aquellos pueblos, a sus dioses, fuera la protección ante las fuerzas desatadas de la naturaleza. Otro dato a reseñar, en cuanto atañe a las deidades, es que éstas se constituían de forma jerárquica, como una réplica de la propia sociedad fenicia, en la que ciertas clases privilegiadas se constituían en una especie de aristocracia gobernante, que ocupaba el vértice de una pirámide formada en su base por el resto de la población servil.

 

 

PADRE DE LOS AÑOS

 

Así, los dioses fenicios se distribuían conforme a un riguroso criterio general, relacionado con el poder. En primer lugar aparecían todos los que tenían los atributos del dios supremo, al que se le denominaba genéricamente "El". Detrás venía "Baal", que estaba considerado como un símbolo del señor. Le seguía "Moloc". reconocido como soberano y rey. A continuación se encontraba "Adón", con sus distintivos de amo y dueño; en otro lugar surgía la gran señora, la dama por excelencia, y su nombre genérico era "Baalat".

 

Los atributos de "El", según las grabaciones cuneiformes de las tablas de arcilla halladas en Ras Shamra, eran de diversa índole. Era la primera de las deidades, y no había existido antes que él ninguna otra generación de dioses; ocupaba, por tanto, el lugar superior en la jerarquía de los dioses. Se le asociaba con el astro-rey, es decir, con el Sol y, ya desde tiempos inmemoriales, era adorado por algunos pueblos de etnia semita. Países enteros le estaban sometidos; la tierra le debía su fertilidad, y los océanos, mares, ríos y manantiales, su agua. "El" distribuía el tiempo, por lo que se le conocía como el "Padre de los años" y, según la leyenda, su morada se encontraba muy cerca de la desembocadura de los grandes ríos que la propia deidad había dotado de caudal. Sin "El" no habría mañana, ni tarde, ni noche, ni días ni años; todo estaba bajo su control, pues "El" distribuía el tiempo.

 

 

ESPIRITU DE LAS COSECHAS

 

Al igual que en la mitología de otros pueblos, también entre los fenicios era común que los dioses superiores tuvieran descendientes para que, así, fueran éstos -y no el dios supremo- los responsables de catástrofes, tales como sequías, tormentas, huracanes y riadas.

 

El supremo dios "El" tenía como descendiente preferido al dios asociado con el espíritu de las cosechas. Su nombre era Muth y, por mor de su calor suave, maduraban las cosechas y la tierra producía sus frutos. Sucedía que, en ocasiones, los rayos solares desprendían tan intenso calor que los cereales y frutos se arrebataban y no madurabandad, en este caso Muth, interviniera para contrarrestar los efectos devastadores del Sol. Y, así, Muth se constituía en deidad relacionada, por lo general, con la sequía. Además, puesto que cada vez que se recogía una cosecha moría, aunque volvía a renacer en cuanto maduraban otros frutos, tales como la uva o los cereales, se le consideraba, también, dios de los muertos.

 

 

ESPIRITU DE LAS AGUAS

 

La mitología fenicia explicaba que Muth era vencido, al comienzo de cada estación, por otra deidad de nombre Aleyin. Ambos eran enemigos irreconciliables y, mientras que el primero enviaba el suave calor necesario para que el fruto surgiera de la tierra, el segundo tenía como misión hacer surgir agua suficiente, de los manantiales y fuentes, para el necesario riego de todas las plantas y su crecimiento. El estado de humedad dependa, por tanto, del dios Aleyin y, por esto mismo, se constituía en espíritu de fuentes, manantiales, arroyos y ríos.

 

Aleyin era hijo de Baal y,éste, a su vez, descendía de la diosa Acherat -"madre creadora de los dioses"-, que tenía por misión infundir sabiduría a los dioses y procurarles consejo cuando a ella acudían en demanda de ayuda. El término Aleyin significaba "el que cabalga sobre las nubes", pues él producía la lluvia y, como consecuencia, por él había suficiente vegetación en la tierra. Era una deidad imprescindible dentro de la mitología, suficientemente pragmática, de los pueblos fenicios. La riva lidad entre un dios que procuraba calor a la tierra para transformarla en fértil -como era el caso de Muth-, y otro que dispensaba la adecuada lluvia para hacer posible el crecimiento de las plantas -cual era el caso de Aleyin-, no se refería a una realidad tangible o material, sino que se hacía necesario interpretar tales eventos y, por lo mismo, llegar a determinadas conclusiones relacionadas con lo simbólico y lo mítico; aspectos, ambos, introducidos por los pueblos fenicios, para explicar algo tan natural, y al propio tiempo tan misterioso, como la propia fertilización de la tierra y el brotar de las semillas para producir el ansiado fruto.

 

 

ROCIO SOBRE LA TIERRA

 

La genealogía de los dioses fenicios hablaba de una diosa, hermana de Aleyin, que tenía por nombre Anat. Se trataba de una hermosa virgen guerrera y combativa, que siempre luchaba al lado de su hermano, es pecialmente cuando éste libraba sus batallas cíclicas contra el dios Muth.

 

Pero, Anat, tenía asignada una misión especial y, mientras su hermano Aleyin se ocupaba de procurar el suficiente caudal a los diferentes ríos que surcaban la reseca Tierra, ella esparcía con tacto y mimo, no exentos de armonía, el necesario rocío que, en expresión de los narradores de mitos, constituiría la "grasa de la Tierra".

 

Cuando llega el alba, y el Sol sale, sus rayos rebotan contra el rocío que Anat depositara durante la noche y toda la Tierra adquiere un color plateado y puro. Por esto mismo,el simbolismo de Anat se hace patente en la mitología fenicia a través de la naturaleza misma. Y la virginidad de la diosa no tiene sentido exclusivamente fisiológico, sino que cobra importancia en cuanto que expresa, de forma emblemática y simbólica, el estado apacible de la Tierra, cuando el rocío y la luz convergen en ella y la vuelven argentada y pura.

 

 

DIOSA DEL AMOR

 

Otra de las deidades que la mitología de los cartagineses consideraba sobremanera era Tanit. Su paralelismo con algunas diosas griegas se hace patente en todas las explicaciones que, acerca del citado mito, se han dado a través de la historia. Se la ha comparado con la diosa Hera -la esposa de Zeus, según la mitología clásica-, pues los cartagineses la adoraban como reina de los dioses y, por lo mismo, la reconocían como esposa del gran Baal Hammón. Este, servirá de modelo para posteriores pueblos y civilizacionesmana era llamado, en ocasiones, Júpiter Ammón y, consecuentemente, aparecía identificado con el Baal Hammón cartaginés.

 

Según otras versiones, Tanit era la personificación del planeta Venus y, por ende, simbolizaba el amor y el afecto; recibía, en este caso, el nombre de Astarté y se decía de ella que era la cara de Baal. A éste se le representaba bajo la figura de un anciano de larga barba blanca y serio semblante. Acaso por todo lo expuesto, y debido a la extrema seriedad que emanaba de la imagen del anciano Baal, los cartagineses introdujeron en su panteón mitológico la figura delicada, y siempre risueña, de Tanit: la diosa del amor.

 

Como contrastando con todo lo dicho, también se adoraba en Fenicia a una deidad de aspecto anodino y de porte mediocre. Lo denominaban Bes, y lo representa ban con un cuerpo panzudo y rechoncho -casi enano-; los cartagineses colocaban, con frecuencia, la efigie de la deidad en la proa de sus navíos.

 

 

"ANTORCHA DE LOS DIOSES"

 

Otra de las divinidades fenicias, descendiente del todopoderoso "El", es la diosa Sapas. Tenía el poder de predecir el futuro y, según la leyenda hallada en las tablas de arcilla de Ras Shamra, participó en la lucha entre los dos rivales más célebres de toda la mitología fenicia, es decir, entre los dioses Aleyin y Much. Fue Sapas quien auguró la derrota de Much ante Aleyin y le mal dijo: "Que Aleyin no tenga piedad de ti. ¡Que arranque las puertas de tu morada! ¡Que rompa el cetro de tu soberanía! ¡Que derribe el trono de tu realeza!".

 

Sapas, según la mitología fenicia, confería luz a los propios dioses, y los guiaba por entre senderos de salvación cuando éstos habían perdido el rumbo; por todo ello se la conocía con el sobrenombre de "Antorcha de los dioses". Tenía, además, una función de emisario, pues en ocasiones excepcionales era enviada por los más poderosos dioses ante, por ejemplo, los participantes en litigios y contiendas. Cuenta la leyenda que en la lucha que mantenían los dioses Aleyin y Much, participó como enviada de los dioses -para informarse, y para ayudar decisivamente a Aleyin-;y recibió órdenes del propio Baal a través de la diosa Anat, que también ejercía de recadera de los dioses.

 

 

LEYENDA DE LOS OASIS

 

Aunque ocasiones hubo en que, a la diosa Anat, le cupo también la terrible obligación de enterrar al poderoso dios Baal pues, según la narración mítica, éste se hallaba cazando en un enorme desierto cuando aparecieron ante él unos animales salvajes y fieros, de enorme envergadura, a los que no pudo dominar, aunque sí les hizo frente.

 

Baal terminó destrozado por los gigantescos animales y sus restos fueron recogidos del inmenso desierto por la diosa Anat quien, a pesar de la tristeza que le embargaba, fue capaz de cavar con diligencia una tumba para sepultar a Baal, después de llamarle "hijo mío". Narran las crónicas que, desde entonces, el lugar en el que yacen los restos de Baal dejó de ser arena baldía y tierra yerma, para transformarse en fértil vergel que hasta nuestro días subsiste. Según algunas versiones de los mitos cartagineses, los hechos narrados explican simbólicamente la existencia de espacios con agua y vegetación, los denominados oasis, en los grandes desiertos, sin los cuales no sería posible atravesarlos ni pasar por ellos. Pero, merced al espíritu de Baal y a la buena predisposición de la diosa Anat, los grandes desiertos cuentan con oasis para que los caminantes repongan fuerzas y se resguarden del grave peligro de perecer a causa de una insolación o de una tormenta de arena. Tal es el ancestro de los pueblos que habitan la estrecha franja de Fenicia y las distintas ciudades-estados desperdigadas, y fundadas, a lo largo de la costa norteafricana.

 

 

MANANTIALES DE LA TIERRA

 

El espíritu de la poderosa deidad Baal sigue actuando, aún después de que fuera destrozado su cuerpo por extrañas, horribles y gigantescas criaturas, puesto que la diosa Anat, tal como estaba escrito desde antiguo, cumplió con su cometido de recoger, y enterrar, los restos de aquél.

 

Mas, Anat, no sólo llevó a cabo la misión antedicha, sino que también cargó sobre sus espaldas con Aleyin, cuando éste pereció en su lucha contra Much. El poema recogido en las tablas de arcilla relata cómo Anat lleva el cadáver de Aleyin hacia la cumbre de la gran montaña y le unge con perfumes para que las deidades subterráneas le acojan en su tétrica mansión, hasta que con la llegada de una nueva estación, pueda resurgir y proveer a la tierra, otra vez, de ese estado de humedad necesario para que manantiales, fuentes y ríos afloren a su superficie y produzcan el cíclico crecimien to de cuantas semillas hayan sido sembradas en su subsuelo.

 

 

CASA DE ORO Y PLATA

 

Los dioses de los fenicios, al igual que el resto de las demás deidades de otras civilizaciones posteriores, habitaban en palacios enclavados en lugares recónditos y escondidos, inaccesibles para los mortales. Sin embargo, sólo Baal -por ser el dios supremo y el creador de todo- tenía por morada el espacio inmenso. Es decir, se encontraba en todas partes y no había lugar alguno en donde la presencia de Baal no se dejara sentir. Por esto mismo, los pobladores de la ancestral Fenicia -según el relato acuñado en las tablas de arcilla-, pidieron a los demás dioses que construyeran una morada para Baal pues, así, podrían acudir con sus ofrendas para que se alimentara de los frutos escogidos de cada cosecha. Los dioses de la mitología fenicia tenían las mismas necesidades que los humanos -antropomorfismo- y debían de alimentarse con animales, pan y vino que los mortales ponían a su disposición, mediante diversos rituales que, en ocasiones, se convertían en verdaderas muestras de esoterismo mágico y mistérico. Acaso todo ello fuera debido a la influencia ejercida sobre los fenicios, por la mitología de los pueblos asirio-babilónicos.

 

 

UN TRONO DE ORO MACIZO

 

Decidieron entonces, las demás deidades, erigir un templo en honor del poderoso dios Baal y, como era preceptivo, pidieron permiso al más grande de todos ellos, es decir, a "El". Pues, de otro modo, no hubiera prosperado proyecto alguno y los muros levantados con esfuerzo se derruirían con facilidad en cuanto "El" lo quisiera. Para con vencerle, le ofrecieron exquisitos manjares en mesa de oro con cubertería de plata, y le regalaron un reluciente trono de oro macizo. "El", no sólo dio su consentimiento a la construcción del templo de Baal, sino que además envió a uno de sus mejores arquitectos para que dirigiera la obra. Este artista divino se encargó de diseñar las figuras que decorarían tan original mansión y, para ello, fundió oro y plata y modeló bravos y hermosos toros, hasta entonces nunca vistos. También participó en la construcción de tan famoso templo el dios de la sabiduría, puesto que sin su ayuda no sería posible que los cimientos resistieran el peso de la estructura de tan singular edificio. Incluso el propio Baal intervino en la magna tarea y, al decir de los narradores de mitos, cuando se cansaba el artista enviado por el rey de todos los dioses, él le sustituía. Hasta usaba su rayo poderoso -nótese el paralelismo de Baal y su rayo con su predecesor griego, el dios Zeus, quien contaba entre sus atributos con el rayo justiciero, puesto que con él castigaba a todos sus enemigos y oponentes- para cortar los árboles, hacer vigas de contención y tablas para la techumbre. El rayo de Baal era conocido como "la sierra de la Tierra" y nadie osaba enfrentarse a esta deidad por temor a verse eliminado con el poder de su rayo.

 

 

UNA GRIETA EN LAS NUBES

 

Lo cierto es que en la construcción del fastuoso templo de Baal participaron tanto dioses como héroes y, según queda recogido en las tablas de arcilla, hasta litigaron entre sí a causa de la conveniencia o no de ponerle ventanas. También hubo dioses que únicamente fueron elegidos para edificar la parte más sagrada del templo, su sanctasanctórum. Por fin se acordó, después de haber mediado los propios dioses superiores en la disputa, que únicamente en el centro del templo se abriría una enorme claraboya, la cual estaría en línea recta con una grieta que, al propio tiempo debería de hacer el dios Baal en las nubes para, de este modo, asegurar que siempre caería agua de lluvia en las tierras consagradas al poderoso dios que habitaba en tan célebre templo. El relato mítico narra que cuando las obras fueron concluidas en todos sus detalles, el dios Baal se introdujo en tan singular templo y lo habitó para siempre. Y se dispuso enseguida a sacrificar los mejores ejemplares de sus rebaños, acaso como una muestra de agradecimiento a todas las demás deidades que habían participado en tan magna obra. Muy especialmente, las ofrendas iban dirigidas a la diosa Anat -según se desprende de las acuñaciones de las tablas de arcilla- pues, merced a ella, había sobrevivido el gran Baal. Sin embargo, unas veces la leyenda muestra que Baal es el padre de Anat y, en cambio, en otras ocasiones, se dice que Baal es hijo de Anat. Todo ello es un claro simbolismo mediante el cual, los pueblos fenicios, quieren resaltar la importancia de la mutua correspondencia y reciprocidad en las relaciones paterno-filiales.

 

 

¿DIOSES SIN NOMBRE?

 

No sólo Biblos, sino también Sidón y Tiro se constituyeron en dos de las ciudades-estado más importantes de cuantas se hallaban enclavadas en esa franja de tierra bañada por el Mediterráneo oriental, y conocida por el nombre de Fenicia. En ambas, la población adoraba a una gran diversidad de deidades; sin embargo, sus nombres no eran apropiados -como sucedería en épocas posteriores en otras poblaciones relativamente cercanas-, antes al contrario, se guardaba silencio, especialmente en presencia de extraños, y nunca se revelaba la personalidad de dios alguno.

 

Lo cierto es que cada ciudad de las reseñadas tenía sus preferencias míticas y su deidad Baal (=Señor), pero nunca lo manifestaban públicamente para que nadie, ajeno a su propia etnia, pudiera conocer el verdadero nombre de sus propios dioses. En parte, los fenicios actuaban así porque entendían que las personas extrañas que llegaran a conocer el nombre de sus dioses, tendrían ya la posibilidad de encomendarse a ellos, con lo que serían dioses compartidos, y no deidades únicas para una raza única. Además, existía la posibilidad de que los dioses escucharan las súplicas de gentes no fenicias, y se volvieran contra su propio pueblo y a favor de los extraños.

 

No había duda, al respecto, lo más acertado era guardar silencio acerca de la verdadera identidad de los dioses. Sin embargo, se sabe que casi todas las deidades de la ciudad-estado de Tiro eran marinas, aunque también adoraban de manera especial a un dios solar que, en realidad, terminó también asimilando los atributos de los dioses marinos, Su nombre era Melkarth y, entre la población de Tiro, jugaba un papel importante porque se le tenía por protector de la ciudad, hasta el punto de que en los relatos mitológicos se le denomina "el dios de la ciudad". Según algunas versiones, Melkarth, es el antecesor del héroe griego Hércules/Heracles, lo cual refuerza la teoría de algunos mitólogos clásicos que defendían la idea de que toda la mitología griega provenía, o tenía como germen, de la mitología fenicia.

 

 

EL PRINCIPIO DE LOS TIEMPOS

 

La cosmogonía fenicia nos explica la formación del universo a partir de una especie de caos acuoso, formado por una mezcla de aire vaporoso y agua turbia. Todo lo cual dio lugar a la formación de limo, o barro, del que nacería la vida; aunque ello sucedió después de que hubiera transcurrido una inmensidad de tiempo. Y es que el principio de todas las cosas fue el Tiempo: "el Tiempo cósmico que abraza todo en él."

 

Una serie de eventos diferenciados que, por mor de la oscuridad y del deseo, llegaron a confluir en lo más recóndito del mundo -una vez que hubo tiempos hicieron posible el advenimiento de la vida. El último en actuar fue el Sol que, con su calor, separó el agua del barro, y la nube del aire, lo cual hizo posible el origen de lo diverso y, por ende, el inicio de lo que ha dado en llamarse creación. El ruido ensordecedor, semejante al trueno, y la luz cegadora, similar a la del rayo, despertaron a todas las criaturas -tanto a los machos como a las hembras- que hasta entonces permanecían aletargadas, las cuales corrieron asustadas y se desperdigaron por la faz de la Tierra para, así, poblarla; labraron los campos y, en un principio, adoraron como a dioses a los frutos mismos que la tierra les procuraba. Con el correr del tiempo, descubrieron el fuego, se cubrieron con ropajes diseñados por ellos mismos, inventaron la escritura sobre tablas de arcilla y sobre papiros y, de nuevo con el tiempo como aliado, descubrieron el poder de la magia y los principales remedios contra el veneno de muchos reptiles.

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